Los pinares
Origen
El pino gallego (Pinus pinaster), conocido también como pino bravo o del país, tiene una honda vinculación con Galicia, pues los estudios palinológicos identificaron su presencia en la comunidad desde hace por lo menos 4.000 años.
Durante toda esta trayectoria, las coníferas atravesaron por distintas fases en Galicia a lo largo de la historia, llegando a quedar muy reducida su superficie a mediados del siglo XVIII, probablemente hasta el entorno de las 1.000 hectáreas. Buena parte de los montes gallegos mantuvieron hasta el siglo XX gran importancia ganadera y agrícola, pero desde un punto de vista forestal, llegaron prácticamente desarborados.
El esfuerzo de repoblación emprendido por los propietarios forestales en el siglo XIX comenzó a cambiar ese escenario, que mudaría de manera más acelerada en el siglo XX, a partir de las políticas públicas de reforestación iniciadas en el primero tercio del siglo. Toda esa acción repoboadora tuvo a las coníferas como especie protagonista, tanto en las plantaciones públicas cómo en las privadas.
Especies y distribución
- Piñeiro galego: El pino gallego (Pinus pinaster), también conocido como pino bravo o pino del país, tiene una honda vinculación con Galicia. Dado su buen crecimiento y su adaptación al suelo y clima gallego fue la especie más utilizada, abarcando alrededor de la mitad de la superficie repoblada, en la comunidad por medio del antiguo Patrimonio Forestal del Estado. Es un pino ampliamente extendido en todo el imafronte atlántico del sur europeo, desde Nueva Aquitania (Francia) hasta Portugal.
- Piñeiro silvestre: En el interior gallego, en Lugo y Ourense, se combinó el pino del país con el pino silvestre (Pinus sylvestris), de crecimiento más lento pero adaptado a resistir las altitudes y los fríos de la montaña gallega, por lo que predomina en las sierras gallegas a partir de los 900 metros de altitud. Es el conocido de manera popular como ‘pino rojo’, una especie ampliamente distribuida por el centro peninsular y por toda Europa.
- Piñeiro insigne: La tercera conífera en importancia en las repoblaciones fue el pino insigne (Pinus radiata), originario de Norteamérica, que se introdujo en Galicia a comienzos del siglo XX por presentar un crecimiento ligeramente más veloz que el pino del país, lo que permitía reducir sus turnos de tala. Fue muy frecuente en las repoblaciones de la provincia de A Coruña y también en el interior de Lugo, donde mantiene destacada presencia, y en Pontevedra. Se trata de un pino ampliamente distribuido en regiones forestales de los cinco continentes (Nueva Zelanda, Chile, País Vasco, etc.), pues se aprecia su rectitud de fuste y su aptitud maderera.
Bioeconomía de la madera
De manera paralela al proceso de reforestación que vivió Galicia en el siglo XX, la comunidad se dotó de una importante cadena industrial de aserraderos, que ya a mediados del siglo pasado sumaba más de 1.000 industrias del aserrado. Esa cadena forestal constituyó el cierne de las actuales industrias gallegas de la madera, centradas, igual que entonces, en ofrecer madera de cercanía y calidad.
La cadena del monte de Galicia está hoy en día preparada para los retos ambientales que abre el actual escenario de cambio climático. Los pinares gallegos le ofrecen a la sociedad una madera de cercanías con el CO2 captado por los árboles, pues el dióxido de carbono captado por los árboles pasa a quedar almacenado en todos los productos de la madera, desde mobiliario o envases hasta las nuevas aplicaciones de la madera en los edificios.
Multifuncionalidad de los montes
En Galicia se cortan cada año alrededor de 3,4 millones de metros cúbicos de madera de pino, lo que supone un 40% de todos los aprovechamientos forestales. Esos aprovechamientos representan un volumen de tala que equivale, de manera aproximada, al 60% del crecimiento anual de las masas de pino de Galicia, un escenario que muestra la sostenibilidad del aprovechamiento.
Los sellos de certificación forestal FSC y/o PEFC, empleados en los pinares gallegos, permiten además garantizar un manejo silvícola que responde a las preocupaciones ambientales y sociales de la ciudadanía, que sigue teniendo una honda vinculación con los montes de coníferas.
A mayores del uso maderero, los pinares gallegos mantienen multitud de usos complementarios. Son espacio habitual de ocio en los entornos periurbanos y costeros, albergan aprovechamientos silvopastorais de ganado, de leñas domésticas, cotos micológicos y sirven también para la obtención de resina, una actividad en recuperación.
Retos
El futuro de los pinares gallegos está amenazado por el cambio climático y por diversos factores ambientales, como fuegos, plagas y enfermedades. Para enfrentar esos escenarios, la cadena forestal gallega está comprometida en la mejora genética de los pinares y en su cuidado, con una selvicultura adaptada a estos retos. El objetivo es lograr la pervivencia de los pinos en Galicia por lo menos 4.000 años más.